lunes, 22 de octubre de 2012

Álvaro Obregón

(1880-1928)

 


Militar y presidente de la República Mexicana. Nació en la hacienda de 
Siquisiva, Sonora. Batalló contra Huerta y Orozco 
y, dio muerte a Madero, se unió al constitucionalismo.
Táctico nato, pronto alcanzo la gloria militar al derrotar
primero al ejercito huertista y luego a Villada, en Celaya,
donde se inutilizó un brazo. En 1920 se alzo en armas 
contra Carranza y lanzó el Plan de Aguas Prieta en su contra. 
como presidente promovió importantes reformas educativas, 
laborales y agrarias, pero tuvo conflictos con  la Iglesia.
Reelecto presidente en 1928, murió asesinado en la ciudad
de México antes de posesionarse nuevamente el cargo.

(Libro: Viaje por la Historia de México 
Autor: Luis González y González
México 2009)

Semblanza del caudillo sonorense. El estado de Sonora ha tenido una gran importancia socioeconómica para el México moderno, sobre todo a partir del desarrollo que se produjo en esa región durante el porfiriato y que paradójicamente provocó uno de los conflictos obrero más destacados a finales del régimen de Díaz; la huelga de de Cananea. Por su cercanía con el oesteestadounidense, Sonorafue además el paso obligado de los magonistas y sus correligionarios anarcosindicalistas de Estados Unidos, quienes extendieron al sur de la frontera la defensa de la clase trabajadora.
     Por éstas y otras razones expuestas en páginas anteriores, el estado de Sonora tuvo, junto con Coahuila y Chihuahua, un lugar predominante en la Revolución; el llamado grupo sonorense recogió la antorcha que habían encendido los coahuilenses, Madero y Carranza, para forjar el nuevo Estado mexicano. Uno de esos sonorenses fue Álvaro Obregón.
     Como otros caudillos revolucionarios, Obregón era de origen rural. Nació en el año de 1880 en una hacienda cercana a Navojoa, de padre agricultor, y él mismo se dedicó durante varios años a las faenas del campo, aunque por un tiempotrabjó como profesoren una escuela. Laboró en una hacienda en Huatabampo y luego en un ingenio en el estado de Sinaloa; en el año de 1905 adquirió un rancho y en seis años más tarde ocupaba el cargo de presidente municipal de Huatabampo. Se integro a las fuerzas revolucionarias un año después, cuando ofreció sus servicios al gobierno de José María Maytorena para combatir a la rebelión antimaderista de Pascual Orozco, y obtuvo el grado de teniente coronely, a partir del mes de abril de 1913, quedó directamente bajo el mando de Venustiano Carranza y fue ascendido a general. Su adhesión al Plan de de Guadalupe, y la confianza que el Primer Jefe depositó en él para contrarestar la fuerza indisciplinada de Villa, permitieron que Obregón adquiriera experiencia en el manejo de las masas populares, primero con el heterogéneo contingente constitucionalista en el norte, y después con los obreros integrantes de los "batallones rojos".
     Aquel constante trato de Obregón con las clases trabajadoras en lucha por cambiar sus condiciones de vida, 10 convirtió en el caudillo de arraigo popular que Carranza no pudo (y quizá tampoco quiso) ser. El Primer Jefe había cimentado su prestigio como dirigente del constitucionalismo en una personalidad rígida y autoritaria, y mantenía ese prestigio en función de cómo lograra la
trabajó como profesor en una escuela. Laboró en una hacienda en Huatabampo y luego en un ingenio en el estado de Sinaloa; en el año de 1905 adquirió un ran- cho y seis años más tarde ocupaba el cargo de presidente municipal de Huatabampo. Se integró a las fuerzas revolucionarias un año después, cuando ofreció sus servicios al gobierno de José María Maytorena para combatir a la rebelión antimaderista de Pascual Orozco, y obtuvo el grado de teniente coronel. Cuando el Estado de Sonora desconoció a Huerta, Obregón fue comisionado para dirigir las fuerzas militares estatales con el grado de coronel y, a partir del mes de abril de 1913, quedó directamente bajo el mando de Venustiano Carranza y fue aseendido a general. Su adhesión al Plan de Guadalupe, y la confianza que el Primer Jefe depositó en él para contrarrestar la fuerza indisciplinada de Villa, permitieron que Obregón adquiriera experiencia en el manejo de las masas populares, primero con el heterogéneo contingente constitucionalista en el norte, y después con los obreros integrantes de los "batallones rojos".
Aquel constante trato de Obregón con las clases trabajadoras en lucha por cambiar sus condiciones de vida, 10 convirtió en el caudillo de arraigo popular que Carranza no pudo (y quizá tampoco quiso) ser. El Primer Jefe había cimentado su prestigio como dirigente del constitucionalismo en una personalidad rígida y autoritaria, y mantenía ese prestigio en función de cómo lograra la fidelidad de los jefes militares bajo su mando, pero su relación con las masas no fue directa ni le interesaba que 10 fuera. Encaminadas sus metas hacia la búsqueda de un orden político dentro del formalismo liberal, no concebía que las clases populares se mezclaran con los políticos que debían construir el nuevo Estado, y mucho menos que éstos se valieran de ellas para lograrlo.
La política social de Carranza durante su gobierno es expresión de esas ideas: el conflicto obrero que cobrara peligrosos matices de rebelión en 1916, y las características de su tibio agrarismo, demostraron a los trabajadores que no podían esperar mucho de él. Fue entonces que abrazaron la causa obregonista y brindaron su apoyo al caudillo sonorense, quien supo comprender que la relación con las masas era necesaria para consolidar su prestigio político y mantenerse luego en el poder. Esa relación fue la que dio origen al caudillismo populista en México.


Política interna

Caudillismo populista. Se da el nombre de populismo al movimiento político y social desarrollado principalmente en América Latina a principios del siglo xx, como parte del proceso de transición que se inicia cuando entran en crisis las oligarquías terratenientes que dominaron las sociedades latinoamericanas en e1 siglo pasado, al tiempo que emergen nuevas clases sociales, bajo el impulso de la creciente industrialización: la burguesía industrial, el proletariado urbano y las clases medias compuestas por profesionistas, pequeños .comerciantes, emplea- dos, etc. Sin embargo, debido a que ninguna de esas clases sociales emergentes tenía aún la fuerza necesaria para tomar por sí sola el poder político e imponer un nuevo orden socioeconómico, se hizo necesaria la existencia de un gobernante capaz de establecer un equilibrio entre los grupos opuestos, que permitiera la destrucción del antiguo sistema dominado por las oligarquías preindustriales.
En consecuencia, el populismo latinoamericano es una posición ideológica adoptada por los gobernantes correspondientes al mencionado periodo de transición, quienes capitalizaron la indignación de las masas populares contra el régimen oligárquico e influyeron sobre los trabajadores al lograr una mutua relación de apoyo que permitió al gobernante ganarse la confianza de las masas populares, evitando con ello el estallido de conflictos sociopolíticos, lo que, a su vez, le garantizaba el mantenimiento del poder. Por esta razón, una de las peculiaridades del Estado populista es la movilización y control de las masas asalariadas urbanas por el aparato estatal, específicamente por el poder ejecutivo. En el populismo se da una combinación particular entre el Estado, el partido gubernamental y el sistema de sindicatos, en la que existe una conciliación de intereses e incluso una conciliación de clases sociales que conlleva la paulatina destrucción de la s oligarquías tradicionales, mientras que se consolida el régimen capitalista. Así entonces, el Estado populista constituye el engrane que permite el cambio de un sistema económico de base agraria, al sistema de producción industrial propio del capitalismo.
En México el populismo se manifestó en el caudillismo ya que coincidió con el periodo de la lucha revolucionaria organizada precisamente por las clases sociales emergentes, empeñadas en desplazar a las caducas oligarquías porfiristas. El compromiso establecido por los caudillos militares con las masas trabajadoras durante el desarrollo de la revolución, y legitimado después en la Constitución de 1917, propició las condiciones para la formación del Estado populista. Álvaro Obregón estaba consciente de que el mantenimiento de su poder dependía del grado en que supiera demostrar su capacidad para resolver los problemas tantas veces planteados por las clases trabajadoras: más por otro lado, Obregón compartía con Madero y Carranza la defensa del régimen de propiedad privada con tendencia hacia el capitalismo, sostenido por las clases medias durante la lucha revolucionaria. El camino que habría de tomar Obregón para dar solución a los problemas aparentemente antagónicos de la clase trabajadora, sería el de la conciliación de clases. camino que. de ser el adecuado, cimentaría a su vez el poder político del caudillo sonorense y le permitiría iniciar la reconstrucción del país.
La conciliación de clases significaba para Obregón "transformar la lucha revolucionaria en trabajo", aunque en tal idea subyacía en el fondo el espíritu emprendedor del capitalismo, en la superficie aparecía como una tarea de reconstrucción nacional llevada a cabo por empresarios y trabajadores en conjunto, conciliados por el papel nivelador del Estado. Tal tarea tenía una meta: "salvar .al capital garantizando los derechos del obrero", pero en el lenguaje populista de Obregón se enmarcó en un socialismo entendido de manera muy particular. Poco después de la caída de Carranza, el caudillo sonorense expresaba:
El socialismo es un ideal supremo, que en estos momentos agita a toda la humanidad. El socialismo es un ideal que debemos alentar todos los hombres que subordinamos nuestros intereses personales a los intereses de las colectividades. El socialismo lleva como mira principal tender la mano a los de abajo para buscar un mayor equilibrio entre el capital y el trabajo, para buscar una distribución más equitativa entre los bienes con que la naturaleza dota a la humanidad.
Pero la distribución equitativa a la que se refiere Obregón no es la propuesta por el socialismo marxista:
Es Indudable que la verdadera igualdad, como la anhelaríamos o la anhelamos, no podría realizarse en toda la amplitud del concepto de la palabra, porque en fa lucha por la vida hay hombres más vigorosos, hay hombres más inteligentes, hay hombres más acondicionados, preparados física e intelectualmente mejor que los demás, y ésos, indudablemente, son los que tendrán que sacar mayores ventajas a sus esfuerzos en la lucha por la vida: pero sí es necesario, yeso sí lo podríamos realizar, que los de arriba sientan más cariño por los de abajo; que no los consideren como factores de esfuerzo ¡¡ su servicio únicamente, sino como cooperadores y colaboradores en la lucha por la vida para, quienes deben mayores consideraciones y mayores atenciones en pago a sus esfuerzos."
Y es que Obregón estaba en contra de que se les quitara a los que tienen para darles a los que no tienen "en nombre de una igualdad que nos haría desandar un siglo en la lenta evolución que hemos tenido", porque "si nosotros atentamos contra 10 qué esta ya creado, matando todo estímulo, seremos inconscientes con la civilización".
Lograr el equilibrio era para Obregón el único camino para la reconstrucción nacional, que implicaba a su ver. un mejoramiento para los trabajadores y un estimulo para los hombres de empresa: pero tal equilibrio solo pudría lograrse en aquellos tiempos inmediatamente posteriores a la Revolución, bajo la dirección de un "hombre fuerte" que, de manera similar al papel que desempeñara siglos atrás el monarca en la formación de los Estados modernos europeos, unificara las fuerzas antagonistas todavía efervescentes por la guerra civil, para construir el Estado mexicano.
Pero el Estado moderno del siglo XX hubo de construirse sobre bases populistas, sobre todo en el país que como México acababa de vivir una prolongada lucha interna tan involucrada con las clases desposeídas. Obregón hizo del caudillismo populista una práctica de. Gobierno que le permitió mantenerse en el poder, pese a las numerosas rebeliones que continuaron asolando al panorama político mexicano durante su gobierno. A pesar de que se había logrado acabar con el peligro que representaban los caudillos más fuertes, hubo oposiciones a la política obregonista tanto de parte de los latifundistas y -caciques que aún soñaban con volver a ros tiempos del antiguo régimen- como de: algunos jefes revolucionarios que no fueron llamados a participar en el nuevo poder político.
A fin de sofocar las rebeliones, Obregón tuvo que reorganizar el ejército, buscando disminuir la fuerza de algunos jefes militares que pudieran organizar movimientos rebeldes, al tiempo que recurría a establecer un sistema de recompensas para los jefes militares que le eran leales. La reorganización del ejército era necesaria, pues aunque el presidente tenía de su lado a obreros y campesinos, estos grupos todavía no eran lo suficientemente fuertes como para contrarrestar a los militares rebeldes. Las revueltas armadas persistieron durante casi todo el periodo obregonista y en 1923, cuando parecía cercana la paz, surgió un nuevo conflicto a causa de la sucesión presidencial en circunstancias parecidas a las que habían provocado la rebelión de Agua Prieta, sólo que este nuevo movimiento no tuvo éxito. Al acercarse el término de su gobierno, Obregón favoreció la candidatura de Plutarco Elías Calles, su más cercano colaborador y entonces Secretario de Gobernación, provocando con esto el descontento de algunos miembros del grupo en el poder, que se sentían con más méritos que Calles; una de esas personas fue Adolfo de la Huerta, quien renunció a su cargo de Secretario de Hacienda para ponerse al frente de la revuelta que ya se había organizado contra la imposición de Obregón.
A la rebelión delahuertista se sumaron un buen número de militares que defeccionaron del ejército, y algunos latifundistas y caciques de varios estados de la República. El movimiento, que se había iniciado en Veracruz, se extendió hacia el Bajío. El plan de operaciones contra la revuelta fue organizado por el propio presidente, que tomó el mando de dos de los seis frentes de batalla que se organizaron y en los que intervinieron grupos de obreros y campesinos en favor del gobierno. Al cabo de aproximadamente cuatro meses, en marzo de 1924, el movimiento delahuertista había sido liquidado gracias a la habilidad de Obregón, a la falta de coordinación de los rebeldes y al apoyo político y militar que el gobierno de Estados Unidos prestó al gobierno mexicano.
El triunfo sobre De la Huerta y sobre las fuerzas regionales que se le habían aliado, permitió que se acelerara el proceso 1e centralización que Obregón consideraba necesario para consolidar el poder y lograr la ansiada estabilidad política. Calles habría de ser el próximo presidente, destinado a continuar la obra de su antecesor, a quien el principio de “no relección” le impedía proseguir con el cumplimiento de las metas propuestas.

Política exterior

Cuando Álvaro Obregón ocupó la presidencia en diciembre de 1920, el gobierno emanado de la rebelión de Agua Prieta no había obtenido aún el reconocimiento de Estados Unidos. y las relaciones entre ambos países eran tensas debido a las exigencias estadunidenses de que fueran derogados los artículos de la Constitución de 1917 que lesionaban los intereses económicos extranjeros. Tal estado de cosas constituía un problema crucial para los planes obregonistas y era, por lo tanto, de urgente solución. Por otra parte, sin el reconocimiento del gobierno de Estados Unidos. Obregón no sólo estaba amenazado por un conflicto armado con el vecino país, como lo habían insinuado muchas veces los estadunidenses, sino que se enfrentaba también al riesgoso problema de no poder dominar a sus enemigos internos y, peor aún, que fueran éstos quienes consiguieran el apoyo de Estados Unidos.
Pero frente al indispensable reconocimiento se levantaba la barrera impuesta por la doctrina nacionalista de Carranza, que se había pronunciado en contra de la dependencia económica del extranjero. No obstante, la posición de Obregón no era tan radical como la de don Venustiano; estaba consciente de que el capital mexicano era insuficiente para nevar a cabo la reconstrucción económica del país y opinaba que el único camino a seguir era permitir la inversión extranjera, teniendo cuidado de 4ue esto no significara hipotecar la soberanía del Estado. En enero de 1921 decía:
Ahora el gobierno que represento y el pueblo de México, gustosos abren los brazos a todos los hombres de negocios de Estados Unidos del Norte, que vienen a trabajar y que tienen los mejores deseos de obtener justas ventajas en la explotación de nuestras riquezas naturales, bajo una base de respeto a nuestras leyes... nosotros hacemos un llamamiento al capital que venga a regirse por la moral moderna, que no aprecie solamente las ventajas materiales de sus éxitos por los dividendos anuales que perciba, y que se regocije cuando contribuya con su esfuerzo al desarrollo de nuestros países y al bienestar colectivo de nuestras masas trabajadoras.
Para los estadunidenses, el único recurso para normalizar las relaciones con México era establecer un tratado entre arribos países que garantizara plenamente los derechos de propiedad de sus nacionales en México. En mayo de 1921 el departamento de Estado norteamericano envió a Obregón un proyecto de tratado de "amistad y comercio", en el cual se proponía esencialmente que los ciudadanos de cada uno de los países que residían en el otro, tuvieran los mismos derechos que los nacionales, otorgándose garantías recíprocas contra la nacionalización de sus bienes, concretamente, se pedían garantías contra la aplicación retroactiva del decreto de Carranza del 6 de enero de 1915, y de la Constitución de 1917. Obregón ratificó sus intenciones de respetar los derechos adquiridos, pero se negó a aceptar el proyecto, basándose en el hecho de que el tratado tocaba temas que sólo apodía resolver el poder judicial.
Sin embargo, eran los estadunidenses quienes estaban en posibilidades de imponer condiciones, y especificaron que el presidente Obregón debía resolver tres problemas antes de poder contar con el reconocimiento oficial a su gobierno: 1) especificar el contenido del artículo 27 constitucional respecto a la industria petrolera y a las propiedades agrícolas de los extranjeros; 2) reanudar el pago de la deuda externa suspendido por Huerta; 3) pagar a los extranjeros las compensaciones por daños en Sus personas y bienes materiales durante la lucha revolucionaria.
A pesar de la insistencia estadunidense de condicionar el reconocimiento, Obregón tenía la esperanza de que Estados Unidos renunciaría a sus exigencias ante la buena disposición del gobierno mexicano, Entre julio y agosto de 1921 comunico al presidente Harding su decisión de no aplicar al artículo 27 contra los derechos de propiedad de los estadunidenses en México, y acto seguido, la Suprema Corte de Justicia dictó cinco fallos en los que se establecía que el citado artículo constitucional, en relación con la industria petrolera, no sería aplicado retroactivamente. Harding se mostró complacido con la medida, pero no la consideró equivalente al tratado propuesto.
Obregón dio un segundo paso con el que pretendía satisfacer las demandas estadunidenses: reanudar el pago de la deuda externa. Para obtener fondos, intentó hacer uso de los impuestos al petróleo que se habían aumentado en junio del mismo año de 1921, sin embargo, las empresas petroleras rechazaron el aumento suspendiendo la producción, y el gobierno se vio obligado a derogar el nuevo impuesto. Fue entonces cuando Obregón decidió enviar a su secretario de Hacienda, Adolfo de la Huerta, para que negociara la reanudación de pagos ante la banca estadunidense.
Después de largas negociaciones, el 16 de junio de 1922 se firmó un acuerdo conocido como el Convenio De la Huerta-Larnont, celebrado entre el secretario de Hacienda mexicano y el presidente del Comité de Banqueros. Por este acuerdo. México se comprometía a cubrir íntegramente capital e intereses a partir del momento de la suspensión; esto significaba que el gobierno mexicano aceptaba una deuda de 1 451 737 587 pesos, alrededor de 700 millones de dólares, de los cuales correspondía aproximadamente la mitad a la deuda total de los ferrocarriles, que se incluyó en el Convenio y que no había sido garantizada antes por el gobierno mexicano.
El acuerdo resultaba oneroso para México, pero hubo de aceptarse considerando que era el costo que debía pagarse a cambio de que Harding otorgara su reconocimiento de forma incondicional. No obstante, ese reconocimiento no habría de conseguirse sino hasta mediados del año siguiente (1923), cuando el que Álvaro Obregón hubiera podido mantenerse, en el poder a pesar de no contar con el apoyo del gobierno norteamericano, hizo recapacitar a éste ante el temor de ver deteriorada su imagen en los medios políticos internacionales. Entonces, los políticos estadunidenses empezaron a considerar la posibilidad de entablar nuevas conversaciones para tratar los problemas pendientes. Esas conversaciones se efectuaron en la ciudad de México, en una casa ubicada en la calle de Bucareli, y tuvieron una duración de tres meses a partir de mayo de 1923.
En las Conferencias de Bucareli se llegó a los siguientes acuerdos: 1) los estaduntdenses aceptaron que las propiedades agrícolas expropiadas se pagaran con bonos, en la inteligencia de que la superficie afectada no fuese mayor de 1 755 hectáreas, pues de lo contrario, el pago debía hacerse al contado y de forma inmediata: 2) se formaría una comisión que revisara las reclamaciones que se habían acumulado desde 1868, tratando por separado las que se hubieran originado durante la Revolución; 3) con referencia al petróleo, los comisionados mexicanos aceptaron que el artículo 27 no era retroactivo en cuanto a la nacionalización de los hidrocarburos, siempre que los propietarios o arrendatarios hubieran efectuado antes de 1917 un "acto positivo" que demostrara su propósito de buscar y extraer el combustible. En caso de no existir tal prueba, se aplicaría la nueva legislación, aunque los propietarios de los terrenos petrolíferos tendrían preferencia para que el gobierno les otorgara una concesión para explotarlos. Los delegados estadunidenses no se opusieron de modo explícito, pero tampoco aceptaron plenamente e insistieron en reservarse todos los derechos que sus nacionales hubieran podido adquirir antes de que entrara en vigor la Constitución de 1917.
Los acuerdos de Bucareli carecieron de validez internacional porque no fueron presentados ante los congresos respectivos de ambos países, y no pudieron constituir un tratado formal, sino un "acuerdo de caballeros" que comprometía al presidente Obregón, pero no a sus sucesores; no obstante, permitieron que Harding diera por fin su reconocimiento al gobierno mexicano el 31 de agosto de 1923, en un momento muy oportuno para Obregón, quién pudo entonces contar con el apoyo estadunidense para sofocar la rebelión delahuertista, iniciada en diciembre de ese mismo año.
Respecto del reconocimiento de otros países, los estados con los que México mantenía relaciones reconocieron al gobierno de Obregón antes de agosto de 1923, con excepción de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Bélgica y Cuba; estos tres últimos 10 hicieron inmediatamente después del gobierno estadunidense y sólo Inglaterra mantuvo Su actitud hostil hacia México.

Aspectos socioeconómicos

Política agraria. Desde la perspectiva obregonista, la cuestión agraria debía formar parte de los planes de reconstrucción nacional dentro del marco de la conciliación de clases, En el caso de la agricultura, el problema de México no era tanto de relaciones de trabajo, sino de tenencia de las tierras, acaparadas por un pequeño número (le propietarios nacionales y extranjeros, muchos delos cuales utilizaban procedimientos rudimentarios y, por lo mismo. no colaboraban con la producción necesaria para competir en el mercado internacional r: satisfacer ampliamente al mercado interno.
Con base en esta situación, Obregón pensaba que una de las formas de resolver el problema era el fomento de la pequeña agricultura, es decir el desarrollo de la pequeña propiedad que, con el apoyo del gobierno, permitiera el mejoramiento de toda persona con espíritu emprendedor y, en consecuencia, el desarrollo de la productividad agrícola en México. Pero al igual que Madero, Obregón no estaba de acuerdo con fincar la creación de la pequeña propiedad sobre la base de la fragmentación indiscriminada del latifundio antes de que se hubiera logrado desarrollar la pequeña propiedad. Estaba convencido de que se debía tender la mano a todo el que quisiera mejorar trabajando las tierras de una pequeña propiedad, pero se negaba a aceptar que se lesionaran los intereses de los demás, porque "si un propietario trabajaba y mantenía en explotación sus tierras, incluso tratándose de un gran terrateniente, lo lógico y lo verdaderamente legal era que se le respetase su propiedad
Según Obregón, los latifundios que debían destruirse eran los que todavía estuvieran utilizando métodos rudimentarios o donde no se cultivaran las tierras; en cuanto a los otros latifundios, los que usaban procedimientos modernos, consideraba que debía dárseles una tregua a fin de que se vieran estimulados y colaboraran al desarrollo de la agricultura. De esta manera, el reparto agrario tendría que ser gradual, la gran propiedad sería destruida por entero sólo cuando pudiera ser sustituida por una pequeña propiedad verdaderamente productiva, ya que por otra parte, Obregón no estaba de acuerdo con que se sustituyera al latifundio por la propiedad comunal.
Durante su gobierno, Obregón dio comienzo al reparto agrario y al final de su gestión administrativa informó haber realizado 650 resoluciones definitivas sobre 1 170 000 hectáreas, y haber dado 3 245 000 hectáreas en posesión provisional, medidas que beneficiaron a cerca de 400 mil personas, siendo en todos los casos menores las restituciones que las dotaciones de tierras, con lo cual la estructura de la propiedad agrícola del país se mantuvo casi invariable. Esto significaba que las decisiones políticas acerca de la reforma agraria tenían el objeto de atender las demandas de las masas campesinas que exigían tierras, y a la vez las de los terratenientes, nacionales y extranjeros, que se negaban a perderías.
En agosto de 1923 Obregón expidió un decreto sobre propiedad que equivale a un resumen de su pensamiento en cuesti6n agraria, y con éste se iniciaba la formación de la pequeña propiedad. El decreto establece que todo mexicano mayor de dieciocho años que careciera de tierra y no la pudiera obtener por algún titulo, podría adquirida tomándola de las nacionales y baldías que no estuvieran reservadas por el gobierno, sin más requisitos que ocupar personalmente y acotar la extensión de tierra, de acuerdo con el número de hectáreas fijadas por el mismo decreto, y dar inmediato aviso a las autoridades correspondientes. A fin de que los ocupantes de esas tierras obtuvieran el título que las amparara, se establecía el requisito de que fueran trabajadas durante dos años si eran para cultivo agrícola, y si eran cerriles o pastizales, demostrar que habían sido aprovechadas para la cría de ganado o pequeñas industrias derivadas de ésta; por lo demás, no tendría que pagar más que la suma de 50 pesos por las tierras así obtenidas, que se consideraban personales e intransferibles.
Aquel decreto, que se llamó de "tierra libre", no dejó de tener cierto éxito en cuanto medida política circunstancial; sin embargo, su ejecución encontró obstáculos y se enfrentó a la inconformidad de algunas personas que lo consideraron corno perjudicial a la propiedad agraria del país, debido en parte a que el proceso de entrega de tierras fue lento y se convirtió en un regateo permanente en el que tomaban parte los integrantes de una nueva red burocrática, que complicaban las acciones jurídicas y propiciaban que los latifundistas entorpecieran el reparto agrario.
En lo que concierne a la reconstitución de ejidos, de acuerdo con las ideas de Obregón en favor de la pequeña propiedad individual, no era considerada como una solución viable para la reconstrucción económica del país, sino tan sólo una necesidad política transitoria que debía fomentarse con el objeto de que los campesinos pudieran defenderse en conjunto frente a los abusos de los latifundistas por medio de la protección del Estado, y éste debía preparar y educar a los ejidatarios para que llegaran a convertirse en propietarios individuales. No obstante, la reforma agraria propuesta por la Revolución implicaba precisamente la creación de los ejidos como una de sus metas, y tenía que ser incluida en los planes de un régimen que, como el obregonista, estaba basado en el populismo. Por lo tanto, la Comisión Nacional Agraria intentó la colectivización de los ejidos, que habría de ser el antecedente del ejido colectivo en México, aun cuando en aquellos años fue un rotundo fracaso a causa de la corrupción de algunos dirigentes locales, que explotaron a los ejidos en su provecho personal.
Dentro del agrarismo del periodo 1920-1924, cabe señalar la formación de un partido político con bases campesinas, aunque estaba integrado no por campesinos sino por intelectuales revolucionarios. El Partido Nacional Agrarista fue la primera organización política que planeara de manera sistemática la reforma agraria y pugnara por la aplicación del artículo 27 constitucional en cuanto a la redistribución de la propiedad agraria, aun cuando no dejó en claro la forma en que debía organizarse el nuevo sistema de propiedad, ni cómo debía procederse para dar cumplimiento al artículo 27. El PNA llegó a convertirse en un instrumento de apoyo al gobierno de Obregón y sirvió también para que algunos de sus líderes ganaran posiciones dentro del grupo político en el poder, manipulando las demandas campesinas y provocando con ello rivalidades dentro del mismo partido. Como un ejemplo citamos la separación, en 1923, de la Conferencia Nacional Agraria, organismo formado bajo los auspicios del PNA, que se convirtió luego en autónomo.
El movimiento obrero. Al asumir Obregón el poder. el movimiento obrero comenzó a adquirir un nuevo carácter político, apoyado en el respaldo que obtuvo por parte del gobierno sobre todo el sector de trabajadores afiliados a la CROM, organización que junto con el Partido Laborista Mexicano, fundado por ella en 1919, controlaba a un número mayor de obreros que cualquier otro organismo laboral, y ocupaba una posición casi gubernamental sustentada extraoficialmente por el presidente de la República, La CROM tenía además el apoyo de las organizaciones sindicalistas de los Estados Unidos y estableció relaciones formales con la American Federation of Labor (AFL), logrando el respaldo de ésta en algunas de las disputas entre los dos gobiernos. Parte de la tarea de la CROM consistió desde un principio en combatir a las organizaciones independientes rivales, ya fueran las radicales de izquierda -como la Confederación General del Trabajo (CGT)- o las de derecha, particularmente las católicas, En todas las disputas con las demás organizaciones la CROM siempre tuvo el apoyo del gobierno; no obstante, a pesar de su poder no llegó a controlar por completo a los sindicatos independientes que, como los petroleros y ferrocarrileros, permanecieron sin afiliarse a ella y en varias ocasiones se declararon en huelga en contra del gobierno.
La CGT surgió en 1921, dirigida por anarcosindicalistas que condenaron la labor política de los sindicatos, en especial el de la CROM; estableció la huelga general como finalidad de acción; fijó la autodeterminación sindical y la no intervención del Estado, y dispuso la organización obrera con el propósito de alcanzar el triunfo de una sociedad comunista, para lo cual la CGT se alió al Partido Comunista Mexicano. Como reacción a la CGT se formó la Confederación Nacional Católica del Trabajo, que contaba con 54 sindicatos hacia fines de 1924; las oficinas centrales de esta confederación católica se encontraban en Guadalajara y eran dirigidas por sacerdotes, que habían creado dicha organización con bases en el respeto a la religión. al país, a la familia y a la propiedad, además de que adoptaron los principios de la encíclica Rerum Novarum para los asuntos propiamente obreros.
Empero, fue la CROM la que gracias al apoyo gubernamental obtuvo resultados positivos y concretos para los trabajadores que la integraban (cuyo número ascendió a millón y medio en su momento de mayor auge), quienes obtuvieron mejores salarios y el pago de indemnizaciones por despido o accidentes de trabajo. Estos logros fortalecieron a la CROM y coadyuvaron a que fuera la organización laboral más fuerte del país. y al crecimiento político de su dirigente, Luis N. Morones.
A pesar de que en el periodo obregonista la clase obrera se encontraba ya organizada, no se llegó a reglamentar el artículo 123 y obviamente no se aplicó, por lo que surgió un buen número de huelgas, la mayoría de las cuales ocurrieron en 1921, destacándose la de los obreros de los ferrocarriles, en Veracruz y la de los tranviarios de la ciudad de México. En esos conflictos intervino la CROM en favor del gobierno colaborando en la represión a los huelguistas.
Educación. La política educativa del periodo obregonista fue muy destacada. En su intento de reconstrucción nacional por la vía de la conciliación de clases, el presidente Obregón contemplaba un plan de instrucción pública que llegara a los sectores populares, incluyendo al área rural, como único camino para impulsar el desarrollo de estos sectores y mejorar la productividad del país. Tal instrucción tendría que ser realmente popular y debía superar a la educación clasista atribuida al porfirismo. La empresa educativa fue encomendada a José Vasconcelos, un erudito abogado que había participado en la Revolución y que fue nombrado rector de la Universidad Nacional de México al comenzar el gobierno de Obregón. Apoyado por el presidente, Vasconcelos fundó la Secretaría de Educación Pública. y ocupó este ministerio en septiembre de 1921.
La obra de Vasconcelos constituyó una verdadera revolución cultural, que no sólo abarcó las áreas científicas de la enseñanza, sino que también promovió las letras y las artes en general. Buscando dar cumplimiento a los ideales obregonistas, Vasconcelos emprendió una campaña masiva de alfabetización y estableció luego las "misiones culturales", basadas en las que habían realizado los misioneros europeos a comienzos del virreinato, con el fin de llevar la educación a los pueblos indígenas e incorporarlos al proceso de desarrollo. Se multiplicaron las escuelas elementales, estableciéndose las dominicales y nocturnas que colaborarían en la campaña de alfabetización; se dividió la educación media en secundaria y preparatoria, y se creó la Dirección de Enseñanza Industrial y Comercial.
Con vasconceíos "la Revolución dejó de ser un mero teatro de política y de guerra, para convertirse en un espectáculo de cultura".8 Se fomentó la lectura de los clásicos mediante una labor editorial a gran escala que puso las grandes obras de la literatura al alcance del pueblo. y fue en este periodo cuando artistas mexicanos realizaron los grandes murales que, en un estallido de color y líneas expresivas, resumieron la historia de la Revolución en todo su dramatismo social.
La obra del educador Vasconcelos fue muy importante y difícilmente superada, pero cesó en julio de 1924, cuando el Vasconcelos político dejó de estar de acuerdo con los lineamientos del presidente Obregón y renunció a su cargo en la Secretaría de Educación.
Finanzas. El gobierno de Obregón tuvo ante sí dos problemas principales en materia financiera; uno era la restauración del crédito interno y externo, y el otro, la reorganización fiscal. A fin de resolver el primero, Obregón se propuso devolver los bancos incautados por el gobierno de Carranza por medio de un decreto, en enero de 1921, devolviéndolos a sus propietarios aunque sin concederles la facultad de emitir moneda. y más tarde reglamentó el funcionamiento de dichas instituciones, muchas de las cuales estaban en difícil situación debido tanto a la guerra civil como a las medidas de emergencia dictadas por Carranza. En septiembre de ese mismo año se decretó la emisión de moneda de oro de $50 (centenarios) y otras de plata de $2 (victorias); para 1923 se habían destruido la gran mayoría de los billetes "infalsificables" emitidos por Carranza. En 1924 se expidieron la ley sobre Bancos Refaccionarios y la ley General de Instituciones de Crédito y Establecimientos Bancarios, creándose también la Comisión Nacional Bancaria, así como el establecimiento del Banco de México.
Respecto de la deuda exterior, el gobierno de Obregón decidió no reanudar los pagos hasta no obtener el reconocimiento diplomático de Estados Unidos, lo cual no se logró sino hasta después de las conferencias de Bucareli, en agosto de 1923. La renovación del pago de la deuda exterior se hizo ese mismo año, recurriéndose a una porción considerable del presupuesto, que incluía la totalidad del producto del impuesto sobre el petróleo y parte de los ingresos obtenidos en ferrocarriles. Sin embargo, el gobierno obregonista no consiguió que los bancos estadunidenses le concedieran empréstitos en las cantidades que requería para la reconstrucción económica del país. Cuando De la Huerta fue enviado a negociar con Lamont, había recibido instrucciones del presidente en el sentido de tramitar un préstamo que se pensaba utilizar para crear un banco único de emisión y para desarrollar la agricultura, pero De la Huerta firmó el convenio sin obtener el empréstito, aumentando con esto el distanciamiento que ya existía entre él y Obregón, distanciamiento que condujo más tarde a la renuncia del secretario de Hacienda y a la rebelión que organizara precisamente en los momentos en que México depositaba en Nueva York la cantidad de 30 millones de pesos (15 001 019.85 dólares), suma en la que se incluían 362 454.67 dólares que el Comité de Banqueros concedió como préstamo. Todavía a principios de 1924, el gobierno mexicano envió con sacrificio 70O mil dólares a cuenta de los 35 millones que debía pagar ese año, pero la rebelión delahuertista significó al gobierno un gasto considerable, que lo obligó a pedir un nuevo préstamo que le fue negado. Entonces Obregón suspendió la ejecución del Convenio De la Huerta-Lamont. con fecha 30 de Junio de 1924, haciendo aparecer al antiguo secretario de Hacienda como responsable del oneroso convenio. Correspondería a Alberto J. Pani, sucesor de De la Huerta en Hacienda, enmendar el convenio en 1925.
En cuanto a la reorganización fiscal, en septiembre de 1921 se estableció el llamado "Impuesto del Centenario" -considerado como la reforma de mayor trascendencia en materia fiscal en el periodo obregonista, y que constituyera el antecedente inmediato de lo que habría de ser el Impuesto Sobre la Renta en México, creado en 1925- que establecía gravámenes proporcionales de acuerdo con las ganancias que obtuvieran anualmente las distintas personas.

Bibliografía:

Historia de México, Volumen 2
México en el siglo veinte
Autor: Gloria M. Delgado de Cantú
Editorial: Pearson Educación. México 2003.


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